Acerca de la autora

7 may 2015

Drácula- Bram Stoker

Es una grata noticia enterarse de que las grandes plumas solían conocerse entre sí. Abraham (Bram) Stoker por ejemplo, entabló amistad con Óscar Wilde (El retrato de Dorian Gray) y Mark Twain (el príncipe y el mendigo); se ganó el elogio de Conan Doyle (Sherlock Holmes) y conoció a Walt Wiltman (Canto de mí mismo). Pareciera que las obras clásicas de nuestras bibliotecas no son más que un largo cuento escrito a 200 manos a través de dos siglos.

Estriges, Upirs, vedas, kiang shi, loogaros... los vampiros son personajes de todas las culturas del mundo. Stoker recogió las estacas de madera, los ataúdes y los colmillos; y le agregó la ausencia de reflejo, los ajos y los objetos del catolicismo para crear la base del vulgarizado disfraz de halloween de nuestro siglo. Inspirado a su vez en aquel utilizado por Béla Lugosi en un icónico filme de Hollywood. 

(Además, el vampiro de Stoker controlaba los lobos, creaba tormentas, se transformaba en neblina, murciélago, lobo y perro.)

Y la historia continúa y se van desvirtuando tanto que, alguien me comentó que Drácula era una lectura infantil. ¡Tremenda herejía! La literatura gótica, constituye la base del terror que conocemos. Es una lástima entonces que, las manos de estas décadas, a quien les corresponde continuar este cuento infinito, hayan reciclado la basura reciclada. El cine de terror, por mencionar una plataforma, se ha encasillado en acercamientos molestos de cámara, el factor sorpresa y miles de litros de sangre falsa. Los cuales, lejos de erizarnos el pelo, nos han matado la sensibilidad. No son de extrañarse entonces, aquellos juicios denigrantes y faltos de profundidad.

Pd.- Despierta mi curiosidad saber que, con siglos de diferencias, culturas de todo el mundo, tuvieran una misma descripción para una criatura chupasangres. Mm...

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