Acerca de la autora

8 jul 2015

Memorias de una geisha- Arthur Golden

La trama es la siguiente: una joven niña sirvienta llora una vez sobre un puente y un señor 30 años mayor le limpia las lágrimas con su pañuelo y le da una moneda. La niña decide transformarse en geisha solo para volver a verlo. Una vida con propósito está claro, pero las personas que conoció en el camino, lo aprendido, los amigos, los amores... serían capaces de ser sacrificados por un recuerdo de la infancia.

Intento ponerme de su lado: vendida de niña y abandonada por su hermana, huérfana de padre y madre, sirvienta maltratada. En su lugar, yo también me hubiera inspirado. Pero treinta años después, siendo ya un hombre viejo y casado, cuyo amigo está enamorado de ella. ¿Hubiera yo hecho lo mismo también?

Más de una década continua de educación, pasatiempos y actividades extracurriculares; hobbies, viajes y más conocimiento. Todo tipo de entretenimientos para concentrar los pensamientos. Para echarlo todo por la borda por el matiz de un sentimiento.

No importa cuanto me queje, que tan temprano me haya levantado o cuan cansada esté, me encantan los días ocupados. Esos días entre reuniones y compromisos, robándome un tiempo para comer, sacar un momentito para leer. Son aquellos días que me hacen sentir  la vida que hace años anhelé.

Mas me bastó su mirada para cambiar mi satisfacción. En la cuesta de la montaña rusa, habiendo logrado todo lo que hasta el momento he querido tener, me bastó una mirada para hacerme sentir incompleta. Que su melancolía hace eco en mi pecho, que sus dudas se repiten en mi cabeza, la discreción en medio de la multitud, las ganas comprimidas y que sin amor, algo le pasa a mi vida; que le falta algo, que no está completa.

Estos son el tipo de sentimientos que odio: los que no se dejan reprimir, los que no se dejan controlar. Que salen sin permiso a mostrarle al mundo lo que sucede dentro del templo de carne y huesos. Y fueron sus sentimientos que salieron a gritar por él y pedirme que lo mirara. Pero quizás en sus ojos, lo que refulgía no era sino el reflejo de mi propia nostalgia.