El origen de muchos de mis sueños están inspirados en el "Macondo" de Gabriel García Márquez. Tras el inmortal Coronel Aureliano Buendía -vivo en todas las lecturas del Gabito-, la persona más significativa de Macondo, debió ser María del Rosario Casteñeda y Montero; mejor conocida como "la Mamá Grande".
Más que la descripción de su cuerpo matriarcal, su patrimonio incluidas las aguas, su vasto dominio que incluía el territorio de seis municipios, el poder de movilizar el Sumo Pontífice, o alterarle el horario al Presidente de la República; la Mamá Grande me sumió en la lectura de su persona y sus funerales, aún cuando "a nadie se le había ocurriso pensar que la Mamá Grande fuera mortal".
Yo también conocí una matriarca y creo que a muchos tampoco se le ocurrió que pudiera morirse.
Fueron a comprobarlo personas de todo el país, y fue impactante el descubrimiento de que en los campos pudiera vivir tanta gente.
Se inició un tráfico indiscriminado de personas en negro y blanco; el lugar se impregnó con el aroma del café recién colado y dio tanto para llorar que si el funeral se hubiese realizado en estos días, sería TT en una red social.
En los funerales de mi Mamá Grande llegó un hombre joven a contar una historia. Su madre lo había cargado en brazos hasta un centro médico para confirmarle que su hijo estaba muriendo.
Él, siendo un bebé, duró meses entre los médicos mientras su pobre madre vivió aquellos momentos en los brazos de mi Mamá Grande, quien sin conocer su nombre, su origen u otros detalles de su existencia, la acogió en su casa, para orar juntas a Dios por su clemencia.
Esta es solo una de las historias de los funerales de mi Mamá Grande. Tal vez la del Gabito fuera tan rica que al final los sobrinos desmantelaron y se repartieron su casa. Pero en los funerales que les narro, se repartió café, amor y lágrimas; y tan grande fue el entierro que todo esto lo se sin haber estado allí.
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